En distintas instituciones educativas (colegios, como antes se les llamaba), desde el viernes pasado y hasta mañana lunes se realizan celebraciones por el Día del Maestro. Pero antes de saludar a los docentes, sentemos como premisa el hecho que desde la Edad Media se revaluó la importancia de la educación y, con mayor énfasis, lo fue en la sociedad moderna, donde Jean Jacques Rousseau, con su obra “Emilio”, estableció las características de una educación orientada a lograr una comunidad con ciudadanos libres. Precisamente Rousseau fue uno de los representantes más sesudos de la “Ilustración”, período que tan especial papel desplegó a favor de la pedagogía y la cultura universal. En ese sentido, el profesor debe estar siempre imbuido de decisión sincera y dedicación tesonera por la labor que realiza para moldear la mente y el espíritu de las futuras generaciones. De manera que su misión está por encima de las bajas pasiones o de la politización doméstica. Al respecto, cabe decir que hace unas semanas el Tribunal Constitucional emitió una sentencia en la cual precisa que “la educación es un servicio público esencial”, por lo que ante una huelga magisterial el gremio de maestros y el Estado están obligados a garantizar el número necesario de servidores al frente de las aulas para que las clases no se interrumpan. Vale decir, si el Sindicato Unitario en la Educación del Perú (SUTEP) quiere hacer su huelga que la haga, pero tendrá que mantener equipos de emergencia que eviten que los educandos pierdan clases. Para el efecto, de acuerdo al TC, el Estado deberá supervisar el cumplimiento de ese mandato constitucional.
En esta oportunidad queremos sumarnos a los festejos por el Día del Maestro, estrechar la mano a los docentes, sabedores que hay un contingente de profesores que aspira a una nueva mentalidad, que apuesta a la capacitación, a la evaluación y a la promoción de sus carreras por parte del Estado. Porque en el mundo global de hoy no se trata de ser individualistas, como paradójicamente busca la cúpula sindical enquistada en el magisterio que no se sonroja en afirmar que milita en el comunismo “clasista y combativo”, cuando, al revés, fomenta la mediocridad y la argolla, basando su acción en atornillar al maestro a un puesto público tras su nombramiento para luego permitirle –y fomentarle– que vegete en el cargo sin importarle lo que aprenden los niños. Así cualquiera es revolucionario, viviendo de la ubre burocrática del Estado.
He aquí un escollo que se acentuó durante la dictadura de Velasco, se agravó en el segundo gobierno de Acción Popular (1980-85) y en la primera gestión aprista (1985-90), períodos en los cuales gente incapacitada ingresó al magisterio. Las consecuencias las estamos viendo y tomará tiempo salir de la catastrófica educación pública. Por ello en esta fecha se debe meditar también en los alumnos, en la sociedad, reconociendo que una alternativa al problema estriba en desplegar capacidades y fuerzas para hacer que la enseñanza pública sea una herramienta de desarrollo social, económico y cultural del país. Con mayor razón lo tienen que hacer los profesores, esos a los cuales se les llama en el aula “segundos padres” de los escolares. Bajo ese compromiso, renovado cada año, recién se sentirá con más emoción esta efemérides del calendario cívico nacional.
domingo, 5 de julio de 2009
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