Más de uno al leer la palabra “transaccional” pensará que se trata de un término caviar que tiene que ver con las ONG dedicadas a los derechos humanos. No es así. Sucede que a finales de la década de los noventa la izquierda progre no encontró mejor idea que copiar –plagiar– un término que venía usando la psicología analítica desde los años setenta; y así, al usufructuar de ese concepto, tuvo inclusive la desfachatez de fundar entidades como el Centro Internacional de Justicia Transaccional (CIJT), una de las tantas ONG que la representa en nuestro país a la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh). Sin embargo, valga esta oportunidad –en la que Lima será sede del XXIX Congreso Internacional de Análisis Transaccional (del 5 al 8 de agosto próximo)– para demostrar que el vocablo “transaccional” es muy anterior a la ideología derechohumanista de las ONG; y, dicho sea de paso, para denunciar la piratería intelectual de los autodenominados defensores de los dd hh, quienes están a la caza de palabras rebuscadas para llenar sus discursos retóricos no sólo con el tema de los dd hh, sino también para interferir en los mecanismos procesales penales digitando a jueces y fiscales, la forma más perversa –pero efectiva– para perseguir a políticos, militares y policías supuestamente violadores de dd hh.
Para deshonra de las ONG políticas –que en los últimos años han querido ganar prestigio presentándose, por ejemplo, como pioneros de la justicia “transaccional”– la verdad es que ese término ya es aplicado por la psicología desde la década de los setenta, para buscar el desarrollo, salud y felicidad del ser humano mediante la resolución de conflictos sociales, familiares, empresariales o de pareja. Entre sus terapias destaca la redecisión en acción, la alfabetización emocional; la sobrevivencia de la sociedad, la reestructuración de nuevos patrones de comportamiento cultural, entre otros. El análisis transaccional parte pues de la teoría de la personalidad para mejorar la calidad de vida e incrementar la paz social.
Precisamente ahora el Perú ha sido elegido sede del referido evento, por ser uno de los países más activos en este campo y por su experiencia de más treinta años en el entrenamiento de profesionales acreditados como “analistas transaccionales”. Pensamos que en este momento –donde no sólo vimos con dolor por los luctuosos sucesos de Bagua, sino que asistimos como mudos testigos a los crueles asesinatos de una folclorista y de un estilista–, aplicar el análisis transaccional en la resolución de conflictos, de diverso origen y nivel, resulta una oportunidad inmejorable para hacer partícipe al público de esos contenidos que, sin duda, servirán de fuente de enriquecimiento intelectual y contacto humano donde la persona puede empoderarse de la urgencia de promover el bienestar. Hay que saludar a los organizadores, psicólogos nacionales y extranjero, por elegir al Perú como anfitrión de este Congreso denominado “Nueva vida desde viejas raíces”, nombre quizá establecido así porque en esta tierra surgió una de las culturas más antiguas de la civilización, la misma que puede servir de inspiración para fomentar el autoconocimiento e interacción con los demás, buscando a la vez una filosofía de vida y la mejor comunicación humana. Si esto cada persona no lo asimila, aunque sea empíricamente, los conflictos seguirán agravándose y multiplicándose.
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