La Universidad debería ser una institución fiel reflejo de la libertad de pensamiento, la acumulación de sabiduría y conocimiento, como también una tribuna de tolerancia donde se busca la verdad. Siglos de evolución histórica han hecho que la Academia sea hoy el espacio privilegiado donde, primordialmente, los jóvenes se preparan para conducir a la sociedad global. Y, frente a este marco, opinamos que en ningún momento el cardenal Juan Luis Cipriani atentó contra institución alguna cuando, ejerciendo su libertad de pensamiento y expresión, sostuvo que las autoridades de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) deben cumplir cabalmente el Ex corde Eclassiae, aprobado en 1991 por el Papa Juan Pablo II.
Es decir, solicitar que una casa superior de estudios –que lleva nada menos que los nombres de “pontificia” y “católica”– respete a la referida “Constitución Apostólica del Sumo Pontífice sobre las Universidades Católicas”, bastó para que el nuevo rector Marcial Rubio Correa y sus ayayeros, respondieran con prepotencia a tan importante autoridad eclesiástica, quien además de Cardenal es el Arzobispo de Lima. Se evidencia pues que los sectores caviares que respaldan a Rubio Correa –quien no debe estresarse tanto cuando se le recuerda su pasado velasquista y su militancia en el Partido Socialista Revolucionario PSR y su participación en Izquierda Unida–, se han puesto muy nerviosos hasta protagonizar inclusive un papelón mediático. Este escandaloso resbalón se materializó cuando la PUCP contrató costosos avisos en un medio escrito (por cierto con dinero de los estudiantes universitarios) para espetar y agraviar a monseñor Cipriani, así como para intentar refutar su pedido que esa universidad se adecue a los parámetros que hoy le permiten usufructuar –sin rubor– la condición de “pontificia” y católica”.
Pero, reiteramos, la cúpula enquistada en la PUCP patinó estrepitosamente no sólo al practicar el estilo montesinista de obligar a profesores, docentes y alumnos a firmar una suerte de “carta de sujeción” (como en su momento opinó el hábil periodista Aldo Mariátegui), sino porque supuestamente varios de quienes la suscribieron no recuerdan haber firmado un comunicado cuyo texto empezaba así: “Ante las recientes e infundadas declaraciones del Sr. Arzobispo de Lima, Cardenal Juan Luis Cipriani, en las que afirma que la Universidad está siendo ‘copada’ por ciertos grupos de poder desde hace casi 20 años (...)”. Por ello, 24 horas después los promotores de este mamotreto tuvieron que rectificarlo, publicando otro millonario aviso a toda página, aunque señalando torpemente que “el día de ayer se publicó otro texto por error” –es decir, cuando ya habían logrado su propósito de insultar al religioso– demostrando así que la camarilla que manda en la PUCP engañó a muchos de los firmantes, cuya intención no fue agraviar al cardenal Cipriani.
Mal comienzo del rectorado de Rubio Correa, pues de qué transparencia estamos hablando si sus allegados pasan de contrabando el texto de un comunicado para hacerlo firmar por muchos miembros de la comunidad universitaria de la PUCP, pero solo después de publicado algunos se dieron cuenta de que el tenor aparecido no era el que habían leído antes de suscribirlo, por lo que los autores del respaldo maquiavélico a Rubio tuvieron que enmendarlo, retirando el párrafo que atacaba al cardenal Cipriani. Este desaguisado no sólo pone sobre el tapete que “para mentir o comer pescado se debe tener mucho cuidado”, sino que resulta un deshonor para quienes hoy detentan altos cargos en la PUCP, quienes además equivocadamente quieren sorprender a la opinión pública diciendo que la autonomía universitaria está en peligro, cuando en realidad esto no es nada más que otra farsa de la cúpula enquistada en la PUCP.
cualquier cosa se puede esperar de don Marcial y su "gallarda" corte de ayayeros.
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