No siempre los ciudadanos tienen los canales adecuados para expresar su disconformidad con determinados sucesos que aparecen en su comunidad. Por ejemplo frente a una antojadiza campaña comercial –dizque por el “Día del Amigo”–, verdadero esperpento que cree basar el cariño por un amigo a través de la venta de alcohol, la sociedad tiene que exponer su punto de vista.
Seguro habrá escollos para que los consumidores exterioricen su rechazo maduro y democrático a guiones consumistas y, peor, de un tóxico como el alcohol; sin embargo no hay trabas cuando existen medios de prensa que abren sus puertas y páginas a un reclamo legítimo de hogares enteros, donde los padres de familia piensan que la cervecera –autora de esa publicidad– cometió un grave y lamentable atentado contra los valores que preservan de la desintegración a la “célula básica de la sociedad”.
EXPRESO aboga por un país libre e innovador. Por ello cree en la libertad y no en el libertinaje, extremo que tiene que corregirse a fin de que jóvenes y adolescentes –principalmente– no caigan en las garras del alcoholismo. Bajo ese marco principista, no se explica que –existiendo el 14 de febrero de cada año el Día de San Valentín o Día de la Amistad– aparezca ahora una entidad privada, fabricante de cerveza, que –basada en el poder de la imagen y de los avisos publicitarios– intenta meter en el cerebro de la gente el “Día del Amigo” (“el primer sábado del mes de julio”). Pensamos que esta crítica no es inclinación cucufata ni menos pensar que, a partir de ella, miles de ciudadanos o numerosas asociaciones de lucha contra las drogas o sociedades de alcohólicos anónimos expresen su rechazo a este contrabando que solo intenta generar una comercialización vulgar de licor, a la que se suma una cadena de autoservicios cuyos propietarios son chilenos.
Es verdad que cada empresa es libre de hacer la propaganda que quiera y difundirla por los medios de comunicación masiva. Pero la publicidad también tiene ética y parámetros. Aún más en una época donde la responsabilidad social se acentúa en la agenda corporativa del sector privado. Es cierto también que cada ciudadano tiene el discernimiento suficiente para aceptar o no determinados mensajes del marketing cervecero, y que los jefes de cada hogar tienen el control sobre sus hijos. Sin embargo ello no basta cuando vemos cómo instituciones del país batallan por detener esa racha fatal de accidentes de tránsito, esos crímenes pasionales, así como la proliferación del vicio, pandilleros y delitos que se cometen luego de la ingesta de alcohol, y principalmente de cerveza.
En medio de este karma por el que transitan las sociedades modernas, lanzar abierta o subliminalmente la iniciativa que se debe beber licor para festejar un procaz “Día del Amigo”, resulta sencillamente alucinante y peligrosísima. Basta meditar en el ambiente generado en centros educativos de secundaria de Lima y Callao el último fin de semana, para darnos cuenta cómo escolares adolescentes de 13, 14 ó 15 años hacían planes para poner en práctica la propuesta festiva alcohólica de una cervecería y una cadena chilena de autoservicios. La buena amistad no implica caer en vicios que después deriven en depravación. Por eso, en la próxima legislatura, la nueva Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso debe evaluar y frenar esta campaña. No obstante desde ya los Ministerios de Educación, Justicia, Interior, Transportes y Comunicaciones tienen mucho que decir. La niñez y la juventud, única reserva moral del Perú, está primero.
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